Autora: Indira Caballero Baos (@indiira_06)
La sección de sucesos es, sin duda, una de las más delicadas dentro de un medio de comunicación. Esta se caracteriza por su factor sorpresa a la hora de recibir noticias y por el gran peso emocional y sentimental que estas acarrean. Pese a esto, los periodistas, como profesionales de la comunicación y servicio público fiel que retransmite información a los ciudadanos, no podemos dejarnos llevar por la impaciencia y el instinto personal. Como dice el artículo cuatro del Código Deontológico de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), “en el tratamiento informativo de los asuntos con elementos de dolor entorno a los afectados, el periodista evitará la intromisión gratuita y las especulaciones innecesarias sobre sus sentimientos y circunstancias”.
La mayoría de ocasiones, este tipo de noticias suelen ser negativas: muertes, incendios, robos, accidentes, etc. Todas están relacionadas con vidas de individuos que quedan en nuestras manos y que retransmitimos, a veces, sin estar seguros al 100%, con el objetivo de ser los primeros en publicar dicha exclusiva. Un ejemplo de ello fue la falsa muerte del ex presidente de Uruguay, José Mujica, difundida por USA News en marzo del 2017. No hablamos de un error al anunciar el resultado de un partido de fútbol o de unas votaciones electorales, sino que jugamos con las personas desde su esfera más íntima. Por ello, las consecuencias para el medio de comunicación que difunde el bulo son más graves.
Las redes sociales actúan como principal fuente de fake news, como en el caso del no-fallecimiento de Mr Bean, pero los periodistas somos los que hemos de tener la precaución y el carácter crítico para saber lo que es cierto y lo que no. No se pueden afirmar noticias de tal magnitud sin un comunicado oficial o una fuente cercana que lo corrobore. La UNESCO recoge esto en dos principios de su Código Ético Trasnacional: “el derecho de las personas a la información verdadera” y “la responsabilidad social del periodista”. Además de estar incluido en el tesaure periodístico, dentro de los principios de veracidad y responsabilidad.
Como se ha mencionado anteriormente, los medios de comunicación se suelen lucrar de la negatividad de esta sección obteniendo clicks mediante titulares o contenido morboso y falto de ética. Pese a esto, las positivas también pueden ser el centro de la diana. Un ejemplo de ello sucedió el pasado 16 de abril, con la falsa noticia que difundía el diario El Español asegurando que se había encontrado el cuerpo de Julen, el niño de dos años supuestamente atrapado en un pozo del pueblo de Totalán (Málaga).
Los principales medios como La Vanguardia, El País, ABC o El Mundo no habían dado eco de los hechos (pasada la media hora, aproximadamente), cosa que ya hacia dudar de la fiabilidad de El Español. Más aún cuando estos diarios seguían la última hora actualizada del rescate y no habían mencionado este importante detalle. Lo que ocurrió realmente fue la aparición de restos de pelo del niño en el canal interno del agujero. Los diarios nombrados anteriormente no fueron cómplices del bulo iniciado por El Español, pero otros medios secundarios propagaron una cadena que llenó las búsquedas en Google de una noticia que no era cierta. El Imparcial, Bolsamanía, Canarias 7, Factor Noticia o Global News 10 fueron algunos de los que se unieron al carro como apuesta segura para ganar visitas. Algunos de ellos mencionaban a El Español como “fuente” de estas informaciones y ni siquiera cuatro horas después habían rectificado los titulares y el contenido de sus publicaciones.
Por si fuera poco, las redes sociales se hicieron eco de esta mentira, expandiéndola como la pólvora. El Español escribió un tuit engañoso con el enlace a la publicación (una entrada que posteriormente arreglaron diciendo que “se trataba de tejido de Julen”). Sin embargo, el tuit seguía ahí y no tardó en ser el tema de conversación principal de los usuarios de Twitter, que no dudaron en poner el foco en la falta de ética y deontología de dicho diario. Lo eliminaron unas 48 horas más tarde y, hasta el momento, ninguno de los medios se ha disculpado por el error cometido.
La gravedad del asunto existe en dar una falsa esperanza y en expresar una falta de respeto hacia los familiares del niño. No se trata de vender, sino de encontrar una vida. Asimismo, resulta algo irónico que el propio diario de El Español tenga una sección destinada a fake news… Contrariamente, y en el bando de las adecuadas prácticas, el ABC y El País incluyeron en sus actualizaciones sobre el rescate mensajes de la Guardia Civil y del Servicio de Emergencias 112 de Andalucía que pedían que no se difundieran más rumores.
El país entero sufre con sucesos de este tipo, que tocan la fibra sentimental de los ciudadanos. Y esto los medios de comunicación lo saben. Por ello, deberían utilizar su poder para ser respetuosos a la hora de dar información, sin tener un objetivo empresarial. Al fin y al cabo, se acaba generando un show entorno a desapariciones o fallecimientos, como ocurrió con el asesinato de Gabriel. Los medios se lucran y se aprovechan de la situación, sabiendo que la gente está interesada y metiéndose de lleno en esferas innecesarias para exprimir todo lo que reciben, sin saber si es cierto. El sensacionalismo hace daño a la verdad.
Un sufrimiento que se alimenta de especulaciones, como las contradictorias versiones que se han dado acerca de quién vio caer al niño. Algunos medios, como La Verdad, han afirmado “por fuentes allegadas” que fue el padre de Julen; otros diarios, como EP Mundo, prefieren adornar las declaraciones con la etiqueta de “impactante”. Y, por si fuera poco, El Nuevo Día y UH Sucesos creen conveniente hablar de una familia “marcada por la tragedia”, contando que estos padres ya perdieron a un hijo anteriormente. Telecinco también incluyó esta noticia con un tuit y una imagen de la madre con su hijo. ¿Hasta qué punto se alimenta el drama?
Expuesto este caso, hemos de ser conscientes del gran trabajo que queda por hacer. De la falta de empatía y de la necesidad de ponerse en el lugar de estas familias. El periodismo no es una carrera. Es un servicio a los pies del ciudadano, no contra él. Un periodismo que, hoy en día, necesita ser rescatado de un pozo vacío de humanidad.